La defensa de la colaboración público-privada; la necesidad de conocer los problemas para poder enfocar correctamente las soluciones; el cambio climático, sus efectos en la alimentación y cómo afrontar los riesgos derivados de ello; el concepto de peligro esperable; la importancia de la comunicación colaborativa, y la necesidad de explorar todas las técnicas para alimentar a una población en crecimiento, han configurado el hilo conductor del programa del 15º Congreso Aecoc de Seguridad Alimentaria y Calidad, celebrado el 20 de febrero en Madrid.
En la inauguración del encuentro, al que han asistico cerca de 300 profesionales de la cadena agroalimentaria, el director general de Aecoc, José María Bonmatí, ha querido dejar patentes los altos estándares de seguridad alimentaria y calidad que ha alcanzado el sector en los últimos 15 años “gracias al trabajo conjunto de todos los actores de la cadena agroalimentaria”.
También a esta labor común por el buen progreso del sector se refirió en la ponencia de apertura María Ángeles Dal Re Saavedra, vocal asesora de la Estrategia NAOS de Aecosan (Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición), al resaltar la involucración de más de 500 empresas en el Plan de Colaboración para la Mejora de la Composición de los Alimentos y Bebidas“. El Plan, impulsado por el Ministerio de Sanidad, incluye el compromiso que han adquirido de forma voluntaria las empresas adheridas de “reducir en un 10% su contenido en azúcar hasta 2020 y seguir trabajando en disminuir la cantidad de sal y grasas trans”, entre otros objetivos para mejorar la formulación de productos a fin de “facilitar al consumidor el acceso a una alimentación más equilibrada y de mayor valor nutricional”. En su valoración del Plan ha señalado que “hay otros países que han puesto en marcha iniciativas para la mejora nutricional, pero no tan completas”.
En su intervención, Dal Re Saavedra también se ha referido al impacto que tienen en la percepción del consumidor los casos de enfermedades no transmisibles vinculadas a la alimentación, insistiendo en que “hoy ya no es suficiente con hacer bien las cosas, hay que tener un diálogo honesto y sincero. Ser transparentes es el mejor modo de superar el clima de desconfianza existente”.
Al respecto, el profesor titular de Seguridad Alimentaria en la Universidad Autónoma de Barcelona, José Juan Rodríguez, ha señalado que tras muchos años instalados en unos mil brotes anuales de enfermedades transmitidas por alimentos, “desde 2003 ha ido disminuyendo el número, gracias a las mejoras en los procesos de producción y a los controles de riesgos”, sin embargo, “eso hace que perdamos el miedo, lo que puede tener un efecto negativo, en el sentido de que el consumidor es menos cuidadoso en la conservación y manipulación de los alimentos, y es muy probable que volvamos a ver, por ese motivo, un nuevo repunte en esas cifras”.
También en relación a las diferentes causas que pueden afectar negativamente a la salud del consumidor, el vicedirector del Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC, Ángel F. González, se ha centrado en los riesgos del anisakis, presentando el Proyecto Parasite, puesto en marcha en 2013 y en el que ha participado 15 centros de investigación de 12 países distintos, con propuestas de intervención frente a este parásito. Asimismo, ha adelantado que “se está trabajando en la publicación de la ISO 23036 sobre anisakis basada en el método desarrollado por el Proyecto Parasite”.
En esta línea, el científico británico Martin D. Rose, miembro del panel de expertos Contam de EFSA (European Food Safety Authority), ha profundizado en los diferentes contaminantes ambientales, como dioxinas, metales (cadmio, mercurio, arsénico o plomo), micotoxinas y aflatoxinas, entre otras, para a continuación señalar cómo estos pueden tener un mayor impacto como consecuencia del cambio climático, que ha calificado como “una amenaza alarmante para la seguridad alimentaria”.
Los avances de la ciencia al servicio de la alimentación
En la sesión de la tarde, los temas protagonistas del Congreso Aecoc de Seguridad Alimentaria y Calidad fueron las ciencias ómicas, el reto de alimentar a una población mundial en crecimiento y el papel de la comunicación en la seguridad alimentaria. En este último aspecto, Loreto Rubio, CEO de Sinergia Value hizo una diferenciación entre “riesgo social percibido, riesgo mediático y riesgo interesado”, para afirmar que “vivimos en un entorno ‘infoxicado’, con exceso de información, y especialmente en el ámbito alimentario, porque es un tema socialmente relevante”, ante lo cual ha incidido en la importancia de una “comunicación colaborativa” para ofrecer la mejor información posible.
Para exponer las ventajas que las ciencias ómicas pueden aportar a la seguridad alimentaria, Javier Gamboa, doctor científico y fundador de Biogenetics, ha profundizado en la biotecnología alimentaria y la prevención del fraude, un problema este último que supone entre 30 y 40 billones de dólares en el mundo y unos 90 millones de euros en España. En su ponencia ha puesto de manifiesto la utilidad de estas tecnologías ómicas en aplicaciones como el control microbiológico, la trazabilidad en patógenos y la detección y cuantificación de toxígenos y alérgenos, y ha insistido especialmente en los beneficios de la genómica para el sector, asegurando que “no hay ninguna evidencia científica de que los transgénicos, ni siquiera los más antiguos, tengan un efecto negativo en la seguridad alimentaria”.
Sobre esta misma idea ha incidido la última participante del Congreso de Aecoc, Nina Fedoroff, senior science adviser de la OFW Law de Washington, quien a puesto el foco en los grandes retos globales de presente y de futuro a los que el sector debe hacer frente para ser capaz de suministrar alimentos seguros y de calidad a una población mundial que no para de crecer y que “alcanzará los 10.000 millones de personas en 2050“. En su intervención ha llamado la atención sobre el hecho de que “estamos llegando a los límites de los recursos de tierra y agua del planeta, y la población sigue creciendo. Tenemos que producir 2,5 veces más con menos tierra y agua, y además ahorrando energía y evitando químicos”, una realidad ante la que ha señalado a los alimentos GMO “la opción más sostenible”, apuntando al igual que su predecesor en el evento, a su seguridad alimentaria.
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