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Dulces El Avión, 90 años de vuelo

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Dulces El Avión nació en 1928 “gracias a la  iniciativa de Dionisio Castroviejo, nuestro abuelo, con la colaboración de su cuñado, Laureano Gómez y  las mujeres de ambos,  Basilia y Venancia Pascual, que habían recibido una herencia y consideraron que montar una factoría propia de pastillas de café con leche sería una buena forma de invertir ese capital”, recuerda Milagros Castroviejo, representante de la tercera generación, que está al frente de la empresa desde 1999. “Financiaron las primeras instalaciones que eran los bajos de una casa en la Avenida Navarra, en pleno centro logroñés. En aquel entonces había muchas pequeñas fábricas de caramelos de café porque era un producto muy popular en la época”, explica.

El nombre Dulces El Avión se debe a que “en las fiestas de San Mateo, unos años previos a la creación de la empresa, hubo un aterrizaje y aquello, como podemos todos imaginar, fue muy sonado porque no eran habituales los aviones, además se construyó la Base de Recajo en 1928, lo que hacía pensar que aunque Logroño era una ciudad pequeña, había cierta tradición de vuelos”, continúa Milagros.

“Y, sobre este nombre comercial, se creó el logotipo que casi ha permanecido hasta nuestros días, porque únicamente lo hemos actualizado”. Además, “teníamos un carrito con forma de avión con el que se vendía por la calle. Los niños movían la élice y, según dónde señalara, así les daban un número u otro de caramelos por una moneda, que sería una perra gorda, quizás”, afirma. Estas formas de venta e, incluso, que aquellos fundadores invirtieran en publicidad en radio, cuyas cuñas se pueden escuchar en la página web de la compañía, y diseñaran carteles para posicionar el nombre de la empresa en vallas, refleja el espíritu de superación que define el origen de esta compañía, que empezó a destacar sobre el resto de pequeñas fábricas de caramelos riojanas de entonces.

Elevarse hacia nuevos horizontes

En 1933, la empresa tomó la forma jurídica como sociedad y el nombre Castroviejo y Gómez, S.L. de sus gestores y, a principio de los años 40, se trasladaron a lo que puede considerarse la primera fábrica tras aquellos inicios artesanos, “a la calle Santos Ascarza”, escuchamos de Milagros Castroviejo que relata que la muerte súbita de su abuelo Dionisio en 1951 de un infarto, precipita la incorporación de la siguiente generación. “Mí tío Fernando Gómez, que era un poquito más mayor que mi padre, Raúl Castroviejo, se incorporó primero”.

Esta incorporación de la siguiente generación aporta nuevas ideas y la llegada de una primera mecanización de la fábrica. Eran dos personas que se complementaban muy bien: mi padre era matemático y atendía las necesidades fabriles, se ocupaba de las fórmulas y de la gestión, y mi tío, más abierto, asumió el área comercial y la expansión de la compañía”.

Fernando Gómez participó no solo de las ventas, “sino de los primeros inicios del asociacionismo que derivó en lo que fue más tarde la Asociación Caychi”, relata Milagros. De aquella época permanece que en Dulces El Avión “elaboremos nuestro propio chocolate con el mejor cacao seleccionado y siguiendo una receta tradicional”.

Aterrizaje en el universo balsámico

Hasta 1972, año en que se trasladan a una nueva fábrica, siguen dos décadas muy importantes: a la par que se profesionaliza la empresa, el mercado crece y Dulces El Avión se extiende por España. “Además de diversificar hacia más tipos de caramelos que los de café con leche, comenzamos el bañado chocolate, aunque aún era todo muy artesanal”.

Fueron los años de inversión en maquinaria. “Éramos ya una auténtica fábrica, porque podría decirse que en estos años se produjo el paso de un obrador grande a una pequeña industria”. Y en esta etapa se incorporó el caramelo duro. “Fuimos los fabricantes de los caramelos Praims de la casa Vicks, para aliviar los síntomas del resfriado uno de los primeros caramelos duros balsámicos que había en España”. Para la fabricación de estos caramelos tuvimos que “aprender muchísimo en todos los ámbitos, en cuanto a formulación, a trazabilidad…Fue para nosotros un esfuerzo que nos hizo crecer profesionalmente”. Y también en aquel momento la empresa asume la elaboración de mazapán y otros productos de Navidad, como “las frutas bañadas”.

Despegue definitivo

Los años 80 fueron “los del despegue de la empresa, recuerda Milagros Castroviejo, vivimos la transformación del mercado, llegó la gran distribución, el Canal Impulso nos conocía en todo el ámbito nacional y se valoraba nuestra calidad. Se podría decir que estábamos plenamente asentados”, aunque “bien es cierto que las dos últimas décadas, con la crisis reciente y los cambios que ha experimentado el consumo, han sido mucho más difíciles para una pyme como somos nosotros, pero mantenemos nuestra esencia, nuestros principios y buscamos la diferenciación a través de la calidad, con una fuerte apuesta marquista, aunque hacemos también un pequeño porcentaje de marca blanca”.

El milenio marca otro rumbo para este avión

Pilotado por la tercera generación “el nuevo milenio, trajo el traslado a nuestra planta actual, en la que hemos adoptado las nuevas tecnologías de fabricación, gestión e investigación”. Unas instalaciones de 5.500 metros cuadrados en el Polígono La Portalada II de Logroño de donde salen 400 toneladas de producto, de las que el 65% son caramelos y el resto artículos específicos de campaña de Navidad. Milagros Castroviejo está orgullosa de su equipo, integrado por 18 personas, por su implicación y profesionalidad, “frente a los 52 que éramos cuando yo llegué en 1999, pero nunca hemos hecho reestructuración, la empresa se ha ido adaptando paulatinamente a las nuevas necesidades de personal y del mercado en su conjunto”.

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